RUTINA

Hay una batalla sin fin.
Se visten para matar,
para morir.

Todos buscan usar de alfombra
a todos.

Los hombres sacuden el árbol
del hambre y el enojo,
las mujeres el de la decepción
y los celos.

(Se disputan trozos
de carne vieja,
podrida y agusanada).

Al anochecer vuelven a casa,
cansados de siempre buscar
tener razón,
abren el álbum de los pretextos
y añaden uno más a la colección.

 

Elvira Ávila

 

 

 

 

 

 

 

 

INVENTARIO

Después de tantos trofeos

y acumuladas derrotas,

¿cuántos amigos nos quedan?

¿Es absurdamente justo

contabilizar lo humano?

¿Qué paradero tendrán aquellas viejas risas

y palmadas en la espalda?

El silencio de la noche viene a darme la respuesta:

“aquellos que ya no están realmente nunca estuvieron”.

 

 

Elvira Ávila

DURMIENDO CON EL ENEMIGO

Existir es la mayor impertinencia de todas.
Soportarse ,es por mucho, lo más insoportable.

Asistimos a reuniones con uno mismo
donde el comensal (nosotros) se encuentra cansado de vernos todos los días.

(La sombra que nos refleja siente náuseas de solo pensar en el dueño de si misma).

Mutamos en amos del engaño,
inventamos lo inexistente, lo innecesario,
con tal de no olernos el bulto podrido de nuestros problemas.

Aplanamos las calles en paseos sin sentido,
sin rumbo,
sin dirección.
(Como la vida misma).
(Como el amor).
(Como la esperanza).

Acudimos a lugares concurridos,
compartimos nuestra soledad con otros solitarios.
(Manada de llantos compartidos,
manada de víctimas autosaboteadas).

(¿Cuántos pretextos más vamos a coleccionar con tal de no platicar con el silencio?)

Tolerar el mundo allá afuera no es difícil,
es imposible.
Tolerarnos a punto de dormir
(el momento justo en que los demonios,
los reproches,
las culpas
y su parentela nos visitan)
es la peor tortura.
El castigo máximo
de uno,
para uno.

(Tolerar a los demás es la mayor hipocresia de todas).

Soportarnos no es imposible,
es morir de a poco (por partes, por días).

Soportarme
(soportarte),
no es difícil
ni imposible.
No es recomendable
(para ninguno de los dos).

-Elvira Ávila-

Pintura de Zdzisław Beksínski.

LA OFRENDA

Amor, en esta noche tan callada,

te propongo lo siguiente:

Ejercitemos la risa

lo que nos resta de vida.

Quebremos en llanto de tanto amarnos

y dejemos que el mundo sufra por tener hijos malditos.

Amor, mientras tú me lo permitas,

aquí estaré para recordarte que

mi destino es tu sonrisa.

Elvira Ávila

ELLOS

Se sientan a la mesa,
en la oficina o en el aula.

Fingen estar a gusto
con el pedazo de pastel que les tocó.

Mastican palabras rancias,
entumidas de sentido,
y heredan al mundo
una fortuna de angustias.

Alguna vez fui uno de ellos,
ahora lucho por respirar más relajado
y ser menos imbécil
que hasta hace unos minutos.

Fotografía «The Wall» de Alan Parker.

Elvira Ávila 

LAS COSAS QUE NO TE DIJE

Cuando te miro confirmo que el miedo también se hereda,

pero antes de seguir con esto permíteme preguntarte:

¿Quién te inauguró ese trauma que de a diario te persigue?

¿Cuántos pretextos te faltan para completar la serie?

¿Por qué si buscas mi amor te alejas cuando te amo?

¿Qué ganas con repetir los errores del pasado?

¿Cuándo se estrelló tu rostro en la noche de los celos?

¿Cómo fue que te partiste en el punto de partida?

(Aunque, lo que más me intriga es).

¿A dónde fuiste a tirar las promesas del futuro?

‘Komposition fur einen Rhombus’, 2007. Foto de Fabian Marti.

Elvira Ávila

RECOMPENSA

(No me canso de repetirlo)

La calle es un museo de torturas.

Sólo de pensar que debo salir a ella sin ti

se me engarrotan las ganas.

Caminar esa pasarela de rostros difuntos

sin el salvavidas de tu risa no me parece justo.

Porque todos allá afueran piden algo.

Todos.

El lisiado compasión y monedas,

los músicos artríticos fama y monedas,

la iglesia culto y monedas,

el nevero fidelidad y monedas,

los vividores monedas y más monedas…

Hay días que me duelen las ideas de sólo pensar en ello,

que corro a casa para acostarme en tus senos

y morir de noche, arrullado por la cálida música de tu voz,

alejado de esas manos temblorosas que imploran por más monedas.

Elvira Ávila