Se sientan a la mesa,
en la oficina o en el aula.
Fingen estar a gusto
con el pedazo de pastel que les tocó.
Mastican palabras rancias,
entumidas de sentido,
y heredan al mundo
una fortuna de angustias.
Alguna vez fui uno de ellos,
ahora lucho por respirar más relajado
y ser menos imbécil
que hasta hace unos minutos.
Fotografía «The Wall» de Alan Parker.
Elvira Ávila